Rituales ancestrales asociados al calendario agrícola perviven en San Gregorio Atlapulco
Cobertura UAM Xochimilco
Reportera: Guadalupe Ochoa Aranda
La estrecha vinculación que ha logrado mantener la doctora Gisela Landázuri Benites con los pobladores de San Gregorio Atlapulco, Xochimilco es gracias al trabajo de investigación y docencia realizado –con y para– esa comunidad a lo largo de trece años. Desde ese entonces la antropóloga y economista del Departamento de Política Cultura, de la UAM Xochimilco, recopila datos y entrevistas que arrojan información sobre la religiosidad popular, cultura y desarrollo rural.
Con la sistematización de dichos datos, la doctora Landázuri ha publicado ponencias y libros colectivos, así como exposiciones fotográficas y presentación de videos, cuyos productos académicos además de hacer una la devolución a la comunidad, enriquece los ejes temáticos (identidad, cultura, territorio) de la maestría de Desarrollo Rural donde imparte docencia.
Landázuri explicó cómo la organización comunitaria de esa localidad da cohesión social y cultural a sus pobladores mediante sus fiestas patronales; en las ofrendas a la tierra y sus cultivos, así como en sus rituales ancestrales conforme al calendario agrícola. La académica también aborda temas relacionados con el deterioro ambiental de la zona lacustre y ha acompañado a esa comunidad en situaciones desafortunadas, como en el sismo de 2017.
Para entender la cosmovisión de ese pueblo “donde revolotea el agua” –que data de 1555– la profesora Landázuri ha enriquecido sus hallazgos con los referentes del maestro Francisco Javier Márquez originario de esa localidad, y con otros actores sociales entrevistados con quienes se ha establecido un diálogo respetuoso e intercambio perspectivas.
En el ciclo “Charlas de Divulgación de la Ciencia”, a cargo de la DCG Cecilia Ezeta Genis, de la Coordinación Extensión Universitaria, Landázuri y Márquez sostuvieron un conversatorio denominado “Calendario agrícola y festivo de San Gregorio Atlapulco” para hablar sobre la preservación de estos rituales vinculados al calendario litúrgico-religioso, cuyas expresiones festivas son propias de los pueblos originarios del sur y otras partes de la Ciudad de México.
En esta charla virtual se presentaron fragmentos del video San Gregorio Atlapulco: la fiesta nos une, realizado por Emanuel Rosales y Mabel Salmerón, ambos prestadores de servicio social y egresados de Comunicación Social de la UAM Xochimilco. Se trata de un documental donde impera el espíritu colectivo a pesar de la voraz urbanización, y muestra la fuerza identitaria de la celebración que pasa de generación en generación para mantener un sentido de pertenencia y anclaje territorial.
La doctora Landázuri señaló que estos símbolos, prácticas y relaciones sociales son la base de la organización social de San Gregorio, pues “se trata de expresiones festivas cargadas de matices ancestrales mesoamericanos y coloniales que se han ido mezclando a través del tiempo”. En sus representaciones se observan “coincidencias calendáricas de culto a la fertilidad de los aztecas donde los concheros participan con sus danzas para ofrendar a Tláloc y pedir buen temporal”.
El maestro y cronista Francisco Javier Márquez observó que ser campesino en un pueblo tradicional es una forma de ver y entender el mundo a través de un enfoque naturalista de la realidad: “la naturaleza y la tierra es la esencia de donde venimos; en la tierra reposan nuestros muertos y en ella florecen nuestras esperanzas. Nuestros ancestros fueron adecuando los ritos y cultos de los ciclos naturales con el santoral católico, mismos que siguen prevaleciendo en la fiesta tradicional”, apuntó.
Hizo referencia, también, a la existencia de cincuenta fiestas y describió catorce celebraciones primordiales, de las cuales, trece fueron acuñadas en la época colonial y poseen mayor evidencia agrícola; y una que, si bien sólo tiene 30 años de establecida, por ser una mayordomía económica ha tenido gran auge y aceptación en el pueblo.
El investigador de la simbología de las fiestas de Xochimilco habló de dos celebraciones importantes: la del 30 de noviembre que “conmemora la fundación del pueblo en 1555, la cual coincide con el reposo de la tierra y cuando la capacidad productiva es considerablemente baja; y la fiesta del 21 de marzo, la cual marca el renacer del sol y la esperanza de otro ciclo de fertilidad de acuerdo con el pensamiento cosmogónico prehispánico”.
En estas festividades se reproduce el tequio, una práctica prehispánica que consiste en la contribución de comida, trabajo y saberes de los miembros de la comunidad para la preparación de la fiesta agrícola-religiosa que lleva a cabo la mayordomía. Como parte de la estructura organizacional, la gente se reúne para tomar decisiones colectivas, se estrechan lazos de cohesión y solidaridad, y se fortalecen las relaciones de parentesco.
En esta cotidianidad también están presentes los procesos de lucha, autogestión y resistencia cuando el pueblo se ha visto amenazado, ya sea para atender situaciones de inseguridad, la no funcionalidad de los albergues de damnificados tras el sismo de 2017 o por la pandemia SARS-Cov-2 que motivó a los pobladores a comunicarse chat para la venta de productos agrícolas, cempasúchil o pan.
El maestro Márquez citó las palabras de Carlos Monsiváis: “cuando el símbolo pierde su fuerza, se convierte en un adorno y deja de trasmitir su enseñanza”. Por ello, concluyó, “anteriormente se pensaba que esto perduraría por generación espontánea; sin embargo, las nuevas generaciones poco a poco se han ido desligado de las actividades agrarias”. No obstante, San Gregorio preserva su cultura campesina, aun cuando la mayoría de sus habitantes son profesionistas o tienen oficios distintos a la agricultura.
Si quieres acceder a esta charla haz clic en el enlace: https://www.youtube.com/watch?v=cNYHQN8_GR4