Reportera Verónica Ordóñez Hernández
Fotografías: José Ventura Flores Velasco

En el ciclo de conferencias 24/Invierno del Seminario “Punto de encuentro”, que se realizan los días martes en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X), a través de la División de Ciencias y Artes para el Diseño y el Departamento Síntesis Creativa, dirigido por el maestro Roberto Padilla, se presentó el libro La Fotografía y el otro (publicado por la Secretaría de Cultura y el Centro de la Imagen), del doctor Diego Lizarazo Arias, profesor investigador del Departamento de Educación y Comunicación de esta Universidad.

El doctor en Filosofía, acreedor de diversos reconocimientos, explicó la concepción de la obra frente a dos contextos: El de las discusiones en torno a las relaciones entre fotografía, violencia, dolor y atrocidad; y el de la producción de una fotografía en América Latina, que muestra un signo diferencial al de la lógica con que se produce la fotografía de guerra, particularmente la de los mass media y los sistemas industriales de producción del imaginario centrados en una imagen del dolor.

Para el abordaje del primer planteamiento, Diego Lizarazo estableció un debate donde encuadra con la literatura de Virginia Woolf, Judith Butler y Susan Sontag, escritoras destacadas por sus aportaciones sustantivas.

En el libro se reúnen fotografías de Yael Martínez, Erika Diettes, Gustavo Germano, Jesús Abad Colorado y Lucila Quieto, para dilucidar la manera en que la fuerza estética permite experimentar el tiempo como una oportunidad para dar lugar a lo que violentamente fue eliminado.

Ante la pregunta expresa del doctor Padilla de si la fotografía del dolor o del horror, de lo fáustico o atroz puede ser bella, el miembro del Sistema Nacional de Investigadores comentó que la tema es complejo por las implicaciones estético, morales y políticas que denotan arbitrariedades históricas, tales como que lo bueno o el bien es bello, lo que tiene alcances en términos de asignación de privilegios.

El tema, dijo el académico, lo introduce la filósofa Susan Sontag con una argumentación que ha impactado a una multiplicidad de perspectivas y reflexiones en distintos contextos, y que deriva de sancionar la relación entre belleza y dolor en el campo de la fotografía, mientras que es aceptado en la pintura, bajo la distinción de que la pintura carece del índice de realidad presente en la fotografía.

En términos de Sontag, dice el autor, “la pintura estaría más cerca de la ficción estética y en ese sentido, el problema de las relaciones aparentemente ominosas entre belleza y dolor se salvan; en el campo de la fotografía, la relación entre lo ominoso y su potencialidad de constatación o de vinculación directa con el acontecimiento lo hace oprobioso, porque entonces la belleza estaría estetizando la tragedia o la violencia”. Con esta argumentación, la escritora cuestiona las imágenes de acontecimientos atroces de fotógrafos latinoamericanos con una composición, iluminación y representación más cerca a los cánones tradicionales de lo bello en la tradición occidental.

Otro elemento que plantea la filósofa, y que refiere el autor, es el rechazo a la fotografía de guerra o la del dolor, por parecerle que produce morbo y genera conmoción o impacto que alienta un proceso de construcción de juicio ético respecto a ese horror, es decir, una forma de visualidad que lo que hace es reproducir un contexto de violencia que genera incluso cierta anestesia moral en quienes ven esas imágenes.

Vía zoom desde Colombia, la doctora en Antropología, Liz Rincón Suárez, destacó la rigurosidad con que el doctor Lizarazo presenta el análisis de los datos y el modelo argumentativo, “en un texto que logra conmover y expresar los nuevos debates sobre la relación entre la fotografía y la guerra, articulando la relación entre la fotografía y la otredad, específicamente del sufrimiento de los otros y de las otras”.

La socióloga especialista en inclusión cultural señaló que el primer capítulo es contundente para entender en capítulos posteriores el planteamiento de la fuerza de encuadramiento y la fuerza de la alteridad, en el que la mirada ha sido mediada por fuerzas de poder que no son neutrales y que están establecidas en los aparatos hegemónicos.

Rincón Suarez indicó que el doctor Lizarazo, además de demostrar cómo opera el poder en la manera como se representa la guerra y como se pone de manifiesto el poder y el contrapoder, también muestra una forma de poner en crisis dos grandes textos que son de obligada referencia para quienes analizan la relación entre lo estético y la guerra.

La maestra en Derecho con especialidad en Derechos Humanos, Norma Patricia Flores, destacó algunos elementos de la publicación; el primero, es el enfoque que permite entendernos o reconocernos en contextos violentos, y una forma de hacerlo es a través de la fotografía; el segundo, es el recuento de los contextos de guerra desde la fotografía, además de presentar las posturas de cómo ésta va reivindicando, posicionando el dolor, la resignificación, incluso de la dignidad misma, y cómo esa imagen se lleva a los medios periodísticos, muchos de ellos enfocados a sensibilizar y ser condescendientes.

Un tercer aspecto que destaca la especialista en Justicia Integral para Adolescentes del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas, es el papel de la fotografía como marco y encuadre de un lenguaje de un contexto, de las vivencias, de la persona misma, de todo lo que encuadra como contexto enfocado en una mirada hacia un objetivo, trazando una línea respecto de un mensaje que refuerza un diálogo sin texto.

En general, dijo, la publicación nos lleva a entender al otro, a entender la fotografía como un medio de comunicación para comprender y reivindicar el dolor, para sentirnos empáticos e incluso llevarlo hacia un punto del humanismo.