Publicación bimestral de la Coordinación de Extensión Universitaria

Cauce en línea

Recuperar nuestra cotidianeidad: un anhelo universitario

Brandon David Hinostroza García
Estudiante de la Licenciatura en Economía, DCSH
UAM Xochimilco

Voces de los estudiantes

Han pasado un poco más de 600 días desde aquel viernes 20 de marzo de 2020 cuando recorrí los pasillos de la Universidad despidiéndome de mis amigos de manera habitual —sin saberlo, por última vez—, ya que ante el incierto panorama que nos asedió con el inicio de la cuarentena, me atrevo a aseverar que ninguno de nosotros esperaba que terminara corrompiendo, debido al encierro prolongado, la forma de vida a la que estábamos acostumbrados.

He sentido este confinamiento como un duelo: al inicio estaba incrédulo ante la situación, negaba que esto pudiera estar pasando; después sentí ira y frustración, al empezar a asimilar el caos y las afecciones que se estaban generando en el mundo, y luego vino el dolor y la tristeza al experimentar las consecuencias de esta pandemia sobre mi entorno inmediato, y, finalmente llegué a digerir la dura realidad por más pesada que pudiera parecerme y me adapté al cambio.

Son varias las formas en las que esta crisis sanitaria ha transformado mi vida, por lo que también han sido numerosos los aspectos que he modificado, y entre ellos destacan las clases y, en sí, la forma de estudiar.

Las reuniones de equipo en la biblioteca para coordinar los trabajos de investigación pasaron a ser reuniones con tiempo limitado de Zoom; las charlas con el grupo de clases en la cafetería pasaron a ser discusiones breves en grupos de WhatsApp; las participaciones y el intercambio de ideas, poco a poco, dejaron de abundar, y así podría seguir enumerando cientos de ejemplos que ayudan a ilustrar la insulsa transición de las clases presenciales a las sesiones en línea.

Con todo y sus defectos, las clases remotas han evolucionado en cada periodo escolar que he cursado, ya que es evidente la mejora en los materiales que se han implementado, las dinámicas utilizadas por las y los profesores y, en general, la manera en que se imparten las clases.

Foto: José Ventura Fuente

Tengo el presentimiento de que, de alguna manera, las clases en línea llegaron para quedarse, pues aunque están lejos de satisfacer las demandas y necesidades que se tenían con las presenciales, han sido funcionales, y esto se puede atribuir, en gran medida, al esfuerzo en conjunto de toda la comunidad universitaria que se ha ido adaptando con el fin de sacar el mayor provecho a la educación, gracias al anhelo de seguir aprendiendo. Desde el primer día que cambió la modalidad de estudio, las y los universitarios hemos vivido con la esperanza de poder volver a las aulas. Después de esperar por casi dos años al fin se vuelve palpable dicho anhelo que para nada es capricho, sino una necesidad real; no solamente por la convivencia social (que a pesar de ser importante aún habrá de ser limitada ante el panorama), sino por la calidad de la enseñanza y el aprendizaje que, sin duda, es mucho mejor

en los salones de clases gracias a factores como las prácticas, debates y el intercambio de ideas (porque es mucho más fluido).

El reto más grande que afrontamos al regresar a la Universidad es el de seguir cuidándonos, pues, aunque la pesadilla poco a poco ha ido cesando, la crisis sanitaria sigue presente y de ninguna manera deseo que la situación empeore con el regreso a las aulas.

El retorno a clases presenciales no significa más que un paso hacia adelante en el esfuerzo por recobrar una cotidianidad estudiantil que se ha ido escurriendo de las manos de muchos de nosotros que, con cierta incertidumbre, seguimos esperanzados de poder recuperar pronto.

Voces de los estudiantes


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