Más allá de ello, nos adaptamos al nuevo entorno y así desaprendimos nuestras maneras tradicionales de trabajo y aprendimos formas un tanto novedosas e inéditas, particularmente de docencia, que implicaron el conocimiento y manejo de enfoques pedagógicos de vanguardia, el acercamiento y dominio de tecnologías de comunicación, así como el uso de recursos didácticos. Fue así que pudimos sortear la distancia física de la que hemos sido rehenes y que nos ha apartado de nuestros estudiantes, colegas y compañeros de trabajo.

Algo similar sucedió a nivel institucional: la UAM tuvo que adaptarse al entorno pandémico y solventar la compleja situación mediante la implementación del Programa Emergente de Enseñanza Remota (PEER); con ello no sólo se garantizó la continuidad escolar para miles de estudiantes, sino también la oportunidad para otros tantos que deseaban pertenecer a ella.
La ciencia se encargó de ir contrarrestando la tempestad generada por el SARS-COV-2. En unos cuantos meses la humanidad tuvo a su disposición vacunas para contrarrestar los efectos del virus; con ello se hizo realidad la esperanza de retomar las actividades cotidianas de forma segura y sin comprometer la salud.
Han pasado muchos días desde que se produjo la suspensión de las actividades universitarias presenciales: ahora es inminente el término de la contingencia sanitaria y del confinamiento, y,

por lo tanto, el subsiguiente retorno a las instalaciones, esto último probablemente es complejo debido a que ahora habrá que velar por la salud de la comunidad, lo que conlleva la observación de las condiciones y medidas sanitarias requeridas para ello.
Una de las acciones necesarias para el retorno es el cambio de perspectiva respecto a las labores docentes. Es imprescindible que transformemos nuestra concepción sobre el trabajo con los estudiantes en todos sus aspectos: la docencia, las prácticas, la experimentación, las asesorías y tutorías. En tal reformulación no sólo debemos considerar el ambiente sanitario derivado de la pandemia que vivimos, sino también observar el entorno humano, ya que estudiantes y docentes fuimos impactados por el confinamiento o por el virus, y en no pocos casos de manera severa.

En ese sentido, tenemos que ser sensibles con aquellos(as) que nos rodean y no perder de vista que las generaciones con quienes compartiremos las aulas han tenido experiencias escolares distintas a las habituales, derivadas del encierro y la imposibilidad del trabajo presencial, lo que plantea retos pedagógicos, didácticos y tecnológicos para las y los docentes. También debemos procurarnos entre quienes integramos la comunidad universitaria, y atender las prácticas sanitarias de la adecuada distancia física, el uso del cubrebocas y otras que se consideren necesarias.

La UAM, en su carácter de institución, también deberá hacer frente a desafíos en el retorno a las aulas más allá del Programa de Transición de Enseñanza en la Modalidad Mixta (PROTEMM) y de sus componentes, como son el reacondicionamiento de las instalaciones, las mejoras tecnológicas y los protocolos sanitarios. Entonces será necesario repensar la Universidad: sus propósitos, sus alcances y sus métodos, todo ello en el contexto de un mundo cambiante en todos los órdenes.

Ya no somos los mismos, la pandemia y el confinamiento escolar nos cambiaron, impactaron en nosotros y nosotras. De las y los universitarios depende que el retorno a las aulas sea edificante.