Pasolini llevó esta búsqueda reiterada hacia del cuerpo como un espacio de pureza en donde se puede establecer un ámbito sensorial con el otro, no contaminado por los prejuicios ni las prenociones que otorga la sociedad, la religión y la política, a la literatura en Una vida violenta, de los años cincuenta, y en Muchachos de la calle, escrita en lectoromano.

En el cine, las primeras obras del cineasta italiano hablan de los olvidados y de cómo la gente sin acceso a la “sociedad” tenía una reserva de creatividad y de energía que no ha sido suficientemente aceptada, aprovechada y apoyada.

La exploración múltiple que hace Pasolini en el cine, la literatura y la lengua, lo llevó a acercarse al fútbol de manera definitiva, el cual practicó desde su juventud hasta su último día antes de ser asesinado, y del que fue gran aficionado: ferviente seguidor del equipo Bolonia (su ciudad natal), conectó ese deporte con la poesía.

En su intervención, el escritor y poeta Fabio Morábito explicó que la necesidad de Pasolini de hablar del cuerpo proviene de la vida empobrecida, la cual transcurrió en los cinturones de miseria durante su estancia en Roma, una situación que lo encausó a descubrir la sacralidad —concepto recurrente en sus escritos— “del cuerpo no contaminado por la industrialización galopante, que luego llegaría a un consumismo frenético”.

El cineasta descubrió en esa franja abandonada una obvia relación consigo mismo, como poeta, hombre pobre, excluido y perseguido por homosexual, lo cual era considerado un crimen, por lo que quedó marcado para siempre, condenado a buscar el aspecto físico.

En las creaciones literarias de Pasolini, a decir de Morábito, “persiste la idea de su rescate a través del cuerpo, persistencia que llevó al cine al quedarle cortas las palabras, incluso las literarias, insuficientes para dar cuenta de la realidad compleja que lo rodeaba, de ahí que prestaba tanto interés a lo que él llamaba los símbolos verbales”.

Como semiólogo apasionado estudió a los grandes semiólogos y lingüistas, y veía al fútbol como un lenguaje autónomo con una doble articulación que funciona con subcódigos, y que por lo tanto puede juzgarse desde un punto de vista estilístico, tal como se juzgan desde este mismo punto de vista, literarias. De ahí el célebre artículo sobre “Los futbolistas en prosa y los futbolistas en poesía”, que quizás él no tomó seriamente, porque lo mismo hizo con el cine, concluyendo que era un cine de prosa, pero cuando le preguntaron ¿por qué de prosa?, respondió: “porque es mi alma analítica”, cuando es en realidad, punto de partida para llegar a conclusiones más interesantes, según Morábito.

La plática siguió su curso en torno a las manifestaciones propias en un partido de fútbol, tales como el festejo, los goles, las rivalidades entre equipos, la afición, el festejo y los nuevos paradigmas del deporte, todos estos tópicos analizados desde la visión poética de Pasolini.