Publicación bimestral de la Coordinación de Extensión Universitaria

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La zona lacustre de la Ciudad de México: conflictividad y actores sociales

Paradigmas

Beatriz Canabal Cristiani
Profesora investigadora Departamento de Relaciones Sociales
UAM Xochimilco

Como resultado de la mezcla entre grupos teotihuacanos y los migrantes chichimecas del siglo X, el pueblo xochimilca se estableció en la ribera sur de los lagos de Anáhuac. De acuerdo con la crónica de Diego Durán, los xochimilcas ocupaban toda la serranía al sur de los lagos e incluían entre sus posesiones los pueblos de Mixquic, Temoac,

Yautepec, Zacualpan, Tepoztlán, Tlayacapan y Hueyapan, así como Chimalhuacán en la ribera oriental del lago de Texcoco. Los pueblos que circundaban la laguna desarrollaron su vida, ciudades, actividad económica y su vida cotidiana y ceremonial en torno al agua.

Por sus características morfológicas y geológicas, la zona lacustre constituye una de las más importantes reservas biológicas de la Ciudad de México (CDMX). Es un paisaje único en las delegaciones sureñas y del poniente de esta metrópoli. Hace menos de 500 años había dos enormes lagos de 350 kilómetros cuadrados, 180 kilómetros cuadrados de chinampas y 750 kilómetros de canales, de los cuales hoy sólo quedan 25 kilómetros cuadrados de chinampas y 170 kilómetros de canales.

Han sido alterados, sin duda, espacios naturales importantes para diversas actividades rurales, como espacios verdes de recreación y la obtención de productos agrícolas de temporada, alimenticios, medicinales y de ornato que se distribuyen en los mercados de la ciudad, en la Central de Abasto y, en el caso del nopal, en diversos estados de la República.

También se han afectado las zonas de recarga del acuífero que todavía hoy satisface parte de la demanda de agua de la ciudad. Pero la conservación del paisaje xochimilca no se concibe sin una producción agrícola y pecuaria adecuada a sus condiciones naturales y, hoy, al entorno actual de fragilidad.

En esta zona la producción agrícola y pecuaria se ha adecuado a las cuestiones medio ambientales y de mercado que las han ido definiendo a lo largo de los años. Puede decirse que la agricultura en el Valle de México significó una adaptación de la tecnología chinampera en la zona lacustre, y con el sistema de terrazas en las zonas altas: se trató de tecnologías que optimizaban los recursos con que se contaba, como el suelo y el agua, y que implicaron siempre un gran uso de fuerza de trabajo.

El mantenimiento de los espacios rurales se relaciona con la posibilidad de que los pueblos antiguos de la cdmx continúen íntegros, desarrollando una cultura propia. Muchos de ellos, han resistido y logrado la conservación de sus espacios rurales, como Milpa Alta y parte de la zona chinampera, gracias a la continuidad de las labores agrícolas que se relacionan con una cultura muy antigua que permitió su permanencia como pueblos, hoy llamados originarios.

En zonas agrícolas de los lagos se alcanzaban varias cosechas al año con tecnologías tales como: sistemas de riego, canales, drenes y terrazas. El ciclo productivo se mezclaba con la pesca y la caza de aves y otros animales endémicos, por lo que la dieta era rica y variada.

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Estas actividades se ligaban a una intensa ritualidad, permisos, ofrendas, presentación de semillas e instrumentos de trabajo, petición de lluvias y agradecimiento por las cosechas.

Estas zonas agrícolas se han caracterizado por una producción muy variada. Todavía en dos alcaldías de la zona lacustre —Xochimilco y Tláhuac— se produce el mayor número de cultivos diferentes: 54 por ciento en la primera y 42 en la segunda. En Tláhuac, el cultivo de maíz y brócoli ocupa 60 por ciento de la superficie de siembra y de cosecha. En el caso de Xochimilco, sólo el maíz cubre 38 por ciento; sin embargo, el cultivo de la flor de Noche Buena, el geranio y la rosa alcanzan 70 por ciento del área aprovechada.

Los tres principales cultivos comestibles, son el nopal (294,485 ton), la avena forrajera (116,473.25 ton) y el brócoli (10,360 ton).

La zona lacustre se caracteriza por ofrecer a sus habitantes la posibilidad de seguir dedicándose a esas actividades, aun en condiciones muy difíciles, resultado del continuo deterioro que sufren sus recursos, el cual ha propiciado que se eliminen muchos cultivos, que haya cambios importantes y que la tecnología también se tenga que adaptar a las nuevas condiciones medio ambientales y del mercado.

Todavía se produce maíz, se conserva la producción chinampera de hortalizas y flores de corte que demanda el mercado urbano, a pesar de que no haya agua suficiente en cantidad y en calidad.

Se ha dado paso a una forma productiva más intensiva de plantas de ornato en espacios pequeños donde se invierte más fuerza de trabajo y una mayor cantidad de insumos: fertilizantes, fungicidas e insecticidas, pues la calidad del agua no es satisfactoria. Muchos productores experimentan con tecnologías para volver a las prácticas antiguas que no requieran estos agroquímicos, pero es un gran esfuerzo que debe de ser acompañado con apoyos suficientes.

Una prueba de la continuidad productiva y de la creatividad de los habitantes de esta región lacustre y de sus pueblos aledaños es la cantidad de ferias productivas que se realizan a lo largo del año: del amaranto, de la miel, del nopal, de la nieve, del olivo, del maíz, del dulce cristalizado, de la Noche Buena y del conejo, entre otras.

En la vida familiar y comunitaria de estas zonas están presentes leyendas, danzas, rituales y música relacionados con este paisaje único: fiestas familiares y barriales, del pueblo; fiestas que rebasan este espacio pero que adquieren importancia local; las de la Guadalupana o del Señor de Chalma, las posadas, la Noche Buena y los Reyes que muestran la necesidad de continuidad y de expresar cotidianamente, en la labor diaria y en los espacios ceremoniales, la identidad que viene de profundas y lejanas raíces de los pueblos ligados al antiguo lago y a la cultura del maíz.

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El crecimiento urbano descontrolado ha determinado el avance del deterioro del entorno medioambiental de los pueblos antiguos de la ciudad y sus espacios de cultivo. El agua escasea debido a que se extrae más líquido del que se filtra; se han reducido las áreas disponibles para la recarga del acuífero; hay hundimientos diferenciales, inundaciones, plagas, escasez de agua de mejor calidad, terrenos llenos de cascajo y basura, lo cual produce un ambiente de contaminación generalizada.

Los proyectos y la política urbana han permitido la invasión y el crecimiento descontrolado de la ciudad. Se ha permitido la expansión del capital inmobiliario y el equipamiento urbano. La política agrícola no ha estimulado la actividad de los agricultores urbanos y periurbanos, lo que propicia la ocupación de estos espacios para usos urbanos.

En la entidad, las expropiaciones hasta la década de 1990 ascendieron a 419, de las cuales 107 se aplicaron sobre tierras ejidales y una tercera parte de ellas cambió a usos urbanos de interés privado, y continuó la expansión de asentamientos irregulares sobre zonas de conservación ecológica propiciada a veces por líderes y por partidos políticos que ganaban de esta forma sus clientelas. Por ejemplo, entre 2005 y 2007 se produjeron 151 invasiones en estas áreas protegidas. Se han realiza- do expropiaciones sobre importantes áreas de conservación y de cultivo —como la del ejido de Xochimilco— que afectó más de mil hectáreas de cultivo de maíz en una zona donde también se inundaron importantes vestigios arqueológicos.

Recogimos algunos testimonios de habitantes de la zona:

Es un peligro la mancha urbana que nos invade… nosotros siempre hemos planteado que se debe de hacer un programa bueno y estructurado, la mancha urbana nunca va a parar, porque día a día la gente tiene necesidad de vivienda, pero se debe hacer con una planeación. Yo puedo mostrar fotografías de lo que fue Mixquic en 1945. Nosotros teníamos tres manantiales. Todo el pueblo de alrededor era pura agua, puros canales y agua limpia que corría, pero aquí hay unos cerros y nos hicieron unos pozos y se llevaron toda nuestra agua. Nos absorbieron, secaron todos los manantiales y ahora te puedo mostrar calles, aquí en Mixquic, cómo están quebrantadas. Ya está afectando la falta de agua porque este pueblo fue construido prácticamente en el agua.

La actividad agrícola está muy abandonada. En Mixquic, si permitimos que la mancha urbana nos invada, se va a acabar. Si no peleamos por nuestros campos, que no nos quiten el agua, que nos apoyen con programas, aunque no lo han hecho al cien por ciento… Los jóvenes agricultores ya vienen con otra mentalidad, les da mucho por estudiar y tienen buena decisión ¿no?, pero esto se va acabando también, por- que se va acabando la gente que verdaderamente eran productores. Yo creo que por alguna de esas razones puede acabarse el campo.

Los programas, en general son clientelares: muchas veces el apoyo no se lo dan a la gente que es del campo, se lo dan a un profesor, a un doctor, a un pensionado, porque ya saben que a la gente del campo lo que le interesa es estar produciendo, estar en su terreno. La gente de campo muchas veces no queremos perder ni 20 minutos para atender a alguien o ir a ver los programas y también es parte de nosotros, de nuestro error, porque hay gente que mete su proyecto y lo aburren: “te falta esto, que te falta el otro, que tu firma no coincide”.

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Quieren seguir

Los productores que continúan con su actividad y que se han especializado en ella, tanto por las enseñanzas que heredaron como por la experiencia acumulada en estos años de agresión continua a los espacios agrícolas, desean continuar con su actividad.

Nosotros nos hemos aferramos a la tierra porque es algo que se va transmitiendo de generación en generación y la tierra es tan noble que la hemosexplotado, la hemos, pues, hasta maltratado y nos ha dado de comer. Aquí en Mixquic sí se va a acabar si permitimos que la mancha urbana nos invada, si no peleamos por nuestros campos. Que no nos quiten el agua, que nos apoyen dentro de los programas que siempre han existido.

Hay muchas propuestas y deben ser atendidas por una política pública que reconozca el valor cultural de estos espacios verdes productivos y la práctica de estos cultivadores que por siglos han sido muy creativos y se han adaptado a los cambios que les impone su relación desventajosa con la ciudad.

Los gobernantes no han tenido la visión de apoyar suficientemente la agricultura en la ciudad, que bien llevada puede ofrecer productos frescos a los mercados locales, ingresos y empleo a los habitantes. Aunque los xochimilcas dicen que siempre “le han buscado la forma” y ahora experimentan nuevas maneras de producir, más amables con el medio. “Contar con buenas instalaciones de agua o drenaje para que no se sequen los cana- les y darles mantenimiento para que sean como antes”.

Los pueblos todavía agrícolas de la zona lacustre muestran que de seguir así perecerán: si la ciudad capital no toma medidas radicales para detener la expansión de los asentamientos en zonas frágiles; reforesta con especies endémicas; cuida los cerros que alimentan el acuífero, o reconoce a los verdaderos productores, sus saberes y los apoya para un cambio tecnológico.

Las zonas rurales que se ubican en el entorno de la ciudad son importantes para su sostenimiento. Hay que concientizar a propios y extraños de lo que se puede lograr, pero también de lo que puede perderse si seguimos con la misma inercia. Este ecosistema se ha mantenido gracias a los productores, quienes han adaptado sus tecnologías y adaptado a las nuevas, y se han abierto a nuevos mercados. Experimentan todos los días a partir de su herencia cultural, saberes y conocimientos. Muestran que estos entornos rurales son viables y necesarios, y que estos pueblos que han permanecido en ellos por siglos tienen propuestas para continuar.

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