Reportera: Guadalupe Ochoa Aranda
Fotografías: José Ventura Flores Velasco
Para hablar de las masculinidades, es necesario situar en su dimensión histórica los roles de género construidos socialmente, y remontarse a la organización social grecolatina. Desde esa época, “el papel asignado a la mujer fue desventajoso y la figura pater adquirió poder absoluto, a nivel político, cultural y religioso, mediado por un ejercicio de autoridad total sobre los miembros de su domus (casa, territorio).
En el marco de las actividades que realiza la Unidad de Prevención y Atención de Violencia de Género (UPAVIG), se efectuó el conversatorio Masculinidades, impartido por el investigador social, el Mtro. Antonio Cíntora, especialista en temas de género, violencia e interculturalidad. El ágora del Centro de Cómputo fue el punto de reunión estudiantil para deconstruir el discurso patriarcal y adquirir herramientas conceptuales e identificar las formas implícitas de la violencia.
El maestro Cíntora señaló que el ejercicio implícito del poder que no se ve es lo que “el sociólogo Pierre Bourdieu llamara la naturalización del poder, pero, en términos de normas sociales, se le puede denominar normalización del poder”.
Refirió que la Ley de las XII Tablas del Derecho Romano, que regulaba las normas de convivencia del pueblo, otorgaban poder al pater para disponer de la vida de la esposa en caso de desobedecer, y se le tenía permitido tener relaciones sexuales con hijas, hijos, mujeres o esclavas. Lo anterior, en términos de las relaciones sociales, van configurando todo un imaginario en torno a la mujer como una persona sin derecho ni libertades ni ciudadanía, pues era vista como una posesión del pater.
La subjetividad masculina, dijo, se va construyendo de esta manera, lo que antes estaba socialmente aceptado. Así, aquellos que acumulaban más poder establecían relaciones jerárquicas justificadas en la organización social, las cuales han generado conflictos y violencias a lo largo del tiempo.
“La historia del poder encarnada en el pater se va transformando, pero no se pierde por completo. La relación de poder es histórica y no se reduce a una moda. Por ello, la teoría de género es una herramienta importante para analizar las relaciones de poder y las tensiones que éstas producen en la medida en que en ellas subyacen la desigualdad entre los géneros”.
“Lo que mandata a la masculinidad tradicional es la manifestación de tener la razón, la fuerza y ser el mejor a costa de los que sea. La configuración del cuerpo masculino sigue apegado a un estatus, y dependiendo de dónde se encuentre la representación de la corporalidad va a ser, o no, objeto de violencia familiar o social”.
El especialista citó a la psicóloga Rita Laura Segato al llamar a este tipo de violencia Pedagogía de la crueldad, para referir a “todas aquellas prácticas y actos que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas”. El mandato de la masculinidad normativa centra la atención en el placer de los varones y en la satisfacción de sus apetitos a través de la utilización del cuerpo de las mujeres, un espacio donde está ausente el placer mutuo, la corresponsabilidad y el cuidado.
Agregó, que la violencia primero se aprende al recibirla para después ejercerla con alguien más débil, sin embargo, lo que está detrás de este comportamiento es la masculinidad. Por eso bullíamos en las escuelas y espacios sociales con ataques dirigidos al débil, en aras de mostrar que el espacio les pertenece.
Para concluir, dijo que, a diferencia de la teoría de género, en lo trans, lo importante es la construcción de identidades, dado que muchas de nuestras prácticas pasan por la identidad, no obstante, cuando se plantea el tema en torno de las masculinidades, la reflexión debería centrarse en: ¿qué hacer para no reproducir el mandato social de ser superior frente al otro? ¿cómo evitar reacciones machistas exacerbadas cuando deseo arrebatar el poder al otro?
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