Presentan libro Epistemologías de las discapacidades. De la exclusión a la incidencia
Reportera: Verónica Ordóñez Hernández
Fotografías: José Ventura Flores Velasco
El doctor Alejandro Cerda García, profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X), presentó el libro de su autoría Epistemologías de las discapacidades. De la exclusión a la incidencia, mismo que fue comentado por estudiantes y especialistas vinculadas con el tema de la discapacidad.
La doctora en Ciencias Sociales, Mariela de Jesús Rodríguez Arango, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad de Antioquia, Colombia, refirió que entre los objetivos del autor destaca el analizar la pertinencia de avanzar hacia la utilidad de un campo de epistemologías de las discapacidades, esta categoría fundamental sustenta la estructura y los planteamientos a lo largo del texto.
Para la profesora, el capítulo dos del libro recoge y expresa el compromiso y la fuerza teórica conceptual que promete ir hacia un campo de epistemologías en el que habría que cuestionarse si el plural de las discapacidades es una invitación epistémica, precisamente, al pensar la diversidad.
La especialista en el tema de discapacidad explicó que Cerda García plantea dos epistemologías: la primera, conocida como la dominante (el modelo médico, el modelo rehabilitador en consecuencia también de unas epistemologías pacifistas), y la segunda, a la que nombra epistemologías propias, es el eje de su propuesta, desde la cual construye las epistemologías de la discapacidad, surgidas de las personas con discapacidad, en una relación y diálogo de saberes.
La construcción de conocimiento sobre discapacidad implica un diálogo constante, no sólo entre el saber, sino entre las experiencias subjetivas y las realidades sociales; el autor muestra la necesidad de un vínculo muy estrecho entre la teoría y la praxis, concluyó la profesora.
Para Sofía Vargas Soriano, alumna de la licenciatura de Antropología, de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, el capítulo tres “Género, cuerpo y espacio en diálogos con las epistemologías de las discapacidades”, expone la perspectiva feminista y lo relaciona con la antropología del cuerpo y la antropología de género, un tema en el que identifica su propio quehacer y cómo lo expresa.
La activista refirió que la problemática social de la intensificación de la exclusión de las mujeres en diversos ámbitos a partir de la pandemia de COVID-19 que expone en el capítulo, es una lucha constante del feminismo, que se acrecienta para las mujeres con discapacidad, ya que por su condición física son invisibilizadas y segregadas de los ámbitos sociales y laborales.
Con el apoyo de Keli Hernández, intérprete del sistema de señas mexicano, Yareni Karla Pérez Vega, alumna de la Universidad de Nueva España, y Nelly Martínez Sánchez, coordinadora del Curso de Lenguas de Señas Mexicanas que se imparte en esta Unidad, transmitieron su opinión sobre la publicación.
Karla Pérez Vega aludió al tema de concepción social de la cultura sorda que el investigador expone en el capítulo cuatro, al señalar que cambiar la luz por los timbres o despejar los espacios para transitar libremente no significa tener cultura sorda, esta última implica reconocer los derechos de las personas y aceptar la lengua de señas mexicana como su lengua materna; un idioma es parte de su cultura, así como las lenguas indígenas forman parte de la cultura de los grupos étnicos.
En este sentido, lamentó que en México no se fomente el aprendizaje del idioma sordo. “Falta mucha educación y enseñanza de los derechos y el respeto a las personas sordas, desde el ámbito social y médico, nuestra lengua materna no es reconocida, pues la primera opción es oralizar a los sordos colocando implantes cocleares o a través del aprendizaje del idioma español, cuando ese debería ser nuestro segundo idioma”, dijo.
Señaló la necesidad de que los docentes aprendan la cultura sorda, ya que, cuando los sordos transitan a la educación oral, es difícil el aprendizaje, más aun si no se tiene el acompañamiento del intérprete. “Yo crecí y aprendí con oyentes y puedo decir que es muy diferente a una escuela para sordos, en la escuela de oyentes aprendes a leer, escribir e investigar, pero cuando un sordo transita al aprendizaje oyente, si no tiene el acompañamiento, el estudiante decide dejar los estudios”.
La maestra Nelly Martínez Sánchez, coordinadora del Curso de Lenguas de Señas Mexicanas que se imparte en esta Unidad, destacó la importancia de reconocer los derechos humanos de las personas sordas y su prerrogativa a ser libres. “No somos diferentes, somos inteligentes y podemos saber el significado de las cosas, en mi caso soy muy visual y me puedo comunicar bien, puedo leer algunas palabras, aunque a veces me cuesta entenderlas, sin embargo, ahora podemos hacer uso de la tecnología para entender algunas cosas”, refirió.
La egresada del Centro de Educación al Servicio del Sordo indicó que, así como hay diversidad entre los hablantes, también la hay entre la cultura sorda: unos saben escribir, otros son muy hábiles a la hora de escuchar, hay sordos profundos que saben leer y escribir; en esta diversidad tiene mucho que ver la familia, pues desde pequeños les enseñan y los motivan a desarrollarse socialmente.
El maestro Juventino Inés Martínez, coordinador del Programa Letras habladas, de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, expresó que, aun cuando todos los cuerpos tienen distintas habilidades, funcionan de diferente forma, tienen o no alguna deficiencia ya sea física, sensorial, cognitiva o mental, es la sociedad la que ha estigmatizado, prejuiciado, vulnerado y determinado quién vale menos al tener un déficit.
En este sentido, la anormalidad ha estado en la historia de las personas con discapacidad como el concepto que diferencia entre lo bueno y lo malo, entre lo enfermo y lo sano, porque los cuerpos con alguna deficiencia no son considerados como enfermos, y ante eso, vale más el normo centrismo, un concepto del que se desprende el tema de las mayorías, en las que entran las personas que en apariencia “son normales” y las minorías, que engloban a las que tienen alguna deficiencia que les impide ser funcionales al igual que el resto de la población.
Esta violencia epistémica e injusticia hermenéutica, como las llama el maestro Alejandro, excluye las voces, necesidades y propuestas del sector vulnerado, apartándolo de los diferentes sectores sociales, incluyendo el universitario. En este sentido, insta a que, desde la academia, se construyan diferentes epistemologías desde la interdisciplinaridad, un concepto a través del cual invita a pensar que las personas con discapacidad forman parte de un grupo multicultural, de diferentes estratos sociales, comunidades y con diversidad de género, y así, se puedan resolver las diferentes problemáticas de las comunidades sordas.