Letras en línea
Eduardo Arath Castillo Hernández
Psicología
DCSH
Recién llegaba de la escuela, eran aproximadamente las 19:00 h. Había tenido clases de artes marciales y me encontraba hambriento. Entré corriendo a la casa, subí las escaleras y apenas saludé a mi madre que se encontraba en la cocina. Ella me vio muy apresurado, pero me obligo a regresar hasta donde ella estaba. Intenté tomar una manzana de paso más ella me vio y recibí un regaño de su parte por no lavarme las manos antes, así que tuve que hacerlo. Fui al lavabo y después de mis diez pasos para tener unas manos limpias tomé la manzana, ahora sí pude ir a mi habitación para quitarme la ropa tan sudada que traía encima.
Llegué arrastrando los pies, cerré la puerta apenas con energía, avente mi mochila con mi equipo de protección hacia un lugar desconocido, no puse atención del lugar donde cayó, pero esperaba y confiaba que no había roto nada y todo seguía en su lugar; recuerdo quitarme la ropa y arrojarme a la cama antes de quedarme dormido: no sé si lo hice.
Tuve un sueño donde corría hacia mi escuela. Era muy temprano en la mañana, pasé a la tienda de la esquina por una paleta de esas que tanto me gustan, no la comí, pero la guardé en la mochila; me encontraba caminando y las calles se volvían oscuras; sin embargo, el cielo continuaba azul, un azul tan intenso como el de otoño, ¡ah! otoño, mi estación favorita del año, donde las hojas de los árboles comienzan a caer, y el aire se vuelve frío. ¡Me encanta esa sensación del viento golpeándome la cara al caminar por las calles -shh, shh-! De pronto, estaba caminando al lado de un callejón donde se escuchaban ruidos extraños, intenté no mirar y seguir caminando, pero no pude ignorar unas luces amarillas que provenían de ese espacio. Casi al pasarlo por completo escuché un maullido y un gato saltó junto a mí. Tuve miedo y me desperté en ese momento, pero tuve el tiempo de saber que no había fantasmas en mi sueño.
Abrí los ojos por completo, me encontraba en el suelo y aún no me había cambiado. El celular comenzó a sonar, era mi madre
–¡Hijo, baja pronto, te estamos esperando para cenar!, avísale a tu hermana por favor
Colgó, me apresure a ponerme mi ropa, tome un suéter que me iba en el camino. Pasé al cuarto de mi hermana, toqué su puerta y grité su nombre.
–¡Melisa, ya vamos a cenar, baja rápido o se acabará la comida!
–Gracias, voy en un momento. –contestó
Bajé las escaleras, mi padre estaba en la sala viendo la televisión, me senté en el comedor y le dije a mi padre que también se sentara. En ese momento llamaron a la puerta principal, mi padre abrió y vi entrar a mi madre junto con mi hermana, ellas habían ido a la tienda por un refresco.
Yo sólo tengo una hermana…