La ciencia, un instrumento de riqueza en el ámbito de la nutrición
Cobertura UAM Xochimilco
Reportera: Verónica Ordóñez Hernández
La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Xochimilco, fue una de las sedes universitarias que visitaron los periodistas Martha Elena García y Guillermo Bermúdez, autores del libro Alimentarnos con dudas disfrazadas de ciencia. Nutriendo conflictos de interés en México, en el que colocan el tema de la salud alimentaria y los problemas en este ámbito, en las ultimas décadas.
El trabajo de investigación realizado por los divulgadores (as) y periodistas de ciencia y cultura, evidencia las posiciones de la industria ante las medidas regulatorias del consumo de sus productos, un plan orquestado en complicidad con el gobierno, las instituciones de educación superior y los grupos de científicos, para evitar, minimizar y demorar las políticas públicas de salud alimentaria
La mala nutrición posiciona al país en los primeros lugares de obesidad, cuyos padecimientos representan un problema de salud pública que elevan las cifras de mortalidad, las cuales registran la muerte de aproximadamente 23 personas cada hora.
En esta problemática contribuyen –en buena medida– “la ciencia”, con la difusión deliberada de mentiras disfrazadas de ciencia, que confunden y desorientan a la población, pues a pesar del caudal de información a la que hoy se puede acceder, el virus de la ignorancia, la fabricación “científica” de versiones que se presentan como verdaderas o de “verdades” que se venden como científicas, frecuentemente cumplen los objetivos mercadotécnicos.
La ciencia se ha convertido en un instrumento de riqueza para unos cuantos, al formar parte de la estructura socioeconómica y considerársele como posible fuente de poder. Sus funciones tienden a responder a los grupos dominantes y a su agenda política; de ahí que, en la fase de globalización y neoliberalismo, las grandes corporaciones multinacionales han puesto a su servicio la tecnociencia (combinación de la investigación científica y la innovación tecnológica) como vehículo para generar las mayores ganancias económicas en el menor plazo posible, sin importar los costos ambientales, sociales y en salud.
La pareja de escritores sostiene que, desde la investigación, las dudas son moldeables a la medida; es decir, sirven para cuestionar los daños producidos por un comestible ultra procesado, pero cuando el trabajo recibe financiamiento por parte de la industria, esas mismas dudas sirven para “comprobar” la inocuidad o desacreditar las medidas para reducir el consumo, aduciendo “científicamente” la falta de evidencias contundentes.
La Academia de Ciencias y las fundaciones empresariales, con su falsa filantropía disfrazada de responsabilidad social y ambiental para posicionar a las empresas como paladines del progreso científico, han tejido una red de vínculos con sociedades profesionales médicos, nutriólogos, pediatras y endocrinólogos, quienes se benefician de los fondos económicos para investigar, publicar, realizar congresos, premios de investigación y turismo académico, a cambio de evitar publicaciones o intervenir en los foros de comunicación.
En este contexto, la ciencia se debate en una profunda crisis, convertida en un conjunto desmembrado de conocimientos cada vez más especializados, fragmentados y descontextualizados, incapaces de integrar en un solo paradigma epistemológico a las ciencias naturales, las ciencias sociales y las humanidades. Una ciencia que al estar secuestrada por la concepción economista, se ha transformado en la mayor amenaza a la viabilidad del equilibrio ecológico a escala mundial.
En la publicación, ambos establecen que además de cooptar a miembros de la comunidad científica y académica en el campo de la salud y la nutrición, centros de investigación y universidades, la industria alimentaria se vale de los tribunales, el cabildeo de grupos fachada y consultores expertos, para bloquear y desacreditar las iniciativas de los grupos promotores de la salud.
Los (as) investigadores (as), egresados (as) de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, señalan la necesidad de emprender una campaña de comunicación educativa en materia de conflicto de intereses, pues tener elementos de la calidad de la información recibida y su influencia por los intereses de la industria alimentaria y de bebidas, ayudará a tomar mejores decisiones acerca de la alimentación.
Y esperan que el libro publicado con el apoyo de El Poder del Consumidor, A.C.
contribuya a dejar de ver como naturales, inevitables o sin consecuencias, prácticas que no lo son o tácticas que se valen de la investigación científica y de las universidades, escuelas de nutrición, y sociedades de profesionales de la salud, para secuestrar la objetividad, la independencia y la neutralidad en pro de incertidumbres, con el objetivo de combatir las evidencias científicas con estudios disfrazados de ciencia, cuando en realidad son estrategias de marketing.