Paradigmas
José Antonio Ocampo Cervantes
Jefe de Proyecto del Centro de Investigaciones
Biológicas y Acuícolas de Cuemanco
Para que una ciudad brinde un ambiente saludable y ofrezca buena calidad de vida a sus habitantes debe tener como un elemento primordial su patrimonio natural. El Convenio sobre la Biodiversidad (Nagoya, 2010) considera que las grandes ciudades, como la nuestra, deben generar esquemas de desarrollo y planeación que sean sustentables; que procuren la conservación de los bienes naturales y servicios ecosistémicos de los que de- pendemos en buena medida: aire de buena calidad, provisionamiento de agua limpia, alimentos y productos naturales para consumo humano; la regulación del clima, hábitat de cientos de especies y zonas que, por su valor cultural y paisajístico, ofrezcan esparcimiento y bienestar para la población.
La constante presión y crecimiento de suelo urbano, en cualquier sitio de nuestro planeta, tiene un efecto considerable sobre las áreas naturales aledañas, su biodiversidad y los servicios ecosistémicos que brindan cuando su desarrollo no está planeado de forma adecuada. El cambio de uso de suelo, que pasa de ser rural o de conservación a urbano, genera una creciente presión para proveer de servicios, muchos de los cuales provienen de nuestros recursos naturales, cada vez más escasos.
Al hablar de la Ciudad de México (CDMX) necesariamente tenemos que abordar la Zona Metropolitana, que hoy en día, a pesar de estar ubicada en dos entidades políticas independientes y con autonomía para su administración, conforman una de las megalópolis más pobladas del mundo y comparten muchos de los retos en materia de conservación que ha generado su crecimiento. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) señala, a través del Índice de las ciudades prósperas, que la mancha urbana de la Cuenca de México crece aceleradamente: de 61, 820.37 ha que ocupaba en 1980 pasó a tener 235, 987.29 ha en el 2017. En poco menos de cuatro décadas incrementó su tamaño 3.8 veces.
La superficie de la CDMX representa 0.08 por ciento del territorio nacional, con 1,485 km2, y concentra 7.5 por ciento de la población del país, poco menos de nueve millones de habitantes. De acuerdo con el portal del Instituto Nacional de Estadística, Geografía (INEGI), 99.5 por ciento de la población es urbana y el restante es rural. El territorio de la cdmx podría dividirse a grandes rasgos en urbano (41 por ciento) y suelo de conservación (59 por ciento), en el que se consideran también los suelos de uso agrícola. Sin embargo, este territorio no se reparte de manera homogénea: 100 por ciento de la alcaldía Milpa Alta se encuentra en suelo de conservación; para las alcaldías de Cuajimalpa, Tlalpan y Xochimilco representa más de 80 por ciento de sus territorios, en contraste con 14 y 10 por ciento aproximadamente que corresponden a las alcaldías Gustavo A. Madero e Iztapalapa.
Aunque más de la mitad del territorio de la CDMX está declarado como suelo de conservación, sólo 14 por ciento del total se encuentra dentro de alguna categoría de área natural protegida: zonas que por sus características se consideran regiones naturales importantes, incluso vitales, para la conservación de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que ofrecen a una región.
En nuestra ciudad existen 25 áreas naturales protegidas clasificadas en ocho categorías, de acuerdo con sus decretos de creación y las leyes federales y locales que determinan las particularidades de cada una de ellas: ocho parques nacionales, cuatro zonas de conservación ecológica, una zona de protección hidrológica y ecológica, una zona de protección especial, dos zonas ecológicas y culturales, cuatro reservas ecológicas y comunitarias y cinco zonas sujetas a conservación ecológicas.
En el suelo de conservación y las áreas naturales protegidas de la CDMX podemos encontrar diversos ecosistemas, como humedales, bosques, pedregales y pastizales de alta montaña. En estos ecosistemas tan diferentes se calcula que existen más de 2 500 especies, sólo considerando la flora y la fauna, puesto que si se consideraran a las especies de hongos y microorganismos que habitan en el suelo de conservación el número de especies sería mucho mayor. Esta diversidad de especies, su riqueza genética, las interacciones que llevan a cabo con sus ecosistemas y otras especies, sus procesos evolutivos y su relación con el ser humano conforman la biodiversidad de una región.
Evidentemente, la CDMX es un territorio que, debido a su posición geográfica y al ser una zona de transición entre dos regiones (neártica y neotropical) presenta características muy particulares de biodiversidad. Pero ¿qué sucede con los recursos naturales y el suelo de conservación de nuestra ciudad?
Este tema resulta complejo. Los asuntos ambientales de la metrópoli podrían abordarse desde perspectivas tan diferente como la política, social, cultural, ecológica o económica, entre otras. Quizá para mucha gente estos temas pasen desapercibidos o no les presten demasiada atención, inmersa en el ritmo de vida tan acelerado y estresante que impone nuestra ciudad; aunque todos, de cierta manera, somos conscientes de los problemas ambientales que aquejan a la CDMX y que se han hecho más evidentes en estas últimas tres décadas. Solo mencionaré dos: tratar de describir las conexiones de estos y otros problemas ambientales requeriría de un poco más de espacio.
Calidad del aire
En 1804 el explorador Alexander von Humboldt se refirió a la Cuenca de México como “la región más transparente del aire”. Hoy nuestra ciudad se encuentra entre las urbes con mayores índices de contaminación y mala calidad del aire. Contaminantes como monóxido de carbono, plomo, óxidos de nitrógeno, ozono, partículas suspendidas, benceno, xileno, tolueno… todo esto respiramos a diario. La presencia de estos contaminantes en el aire y en combinación con la lluvia, que se convierte en lluvia ácida, afecta a la vegetación, a organismos acuáticos y la infraestructura urbana. En el ser humano, estos contaminantes provocan o agravan enfermedades respiratorias y en el caso del plomo puede generar problemas en el aprendizaje.
El origen de estos contaminantes es de todos conocidos: el transporte, la industria y las emisiones domésticas producen la mayor cantidad de contaminantes. Un dato importante: en la zona metropolitana, la CDMX contribuye con 30 por ciento de partículas y 40 por ciento de precursores de ozono, y el resto proviene de los municipios conurbados del Estado de México. Pero este problema no se queda en el aire.
Calidad del agua
La lluvia ácida afecta a los cuerpos de agua: el ph de ríos y lagos disminuye volviéndolos más ácidos y los contaminantes que arrastran las lluvias se van acumulando. Estos contaminantes pueden filtrarse a través del suelo, llegando a los acuíferos que proveen parte del agua que se consume en la ciudad. En la alcaldía Iztapalapa, aparte de la escasez, el agua que se recibe es de un color pardo, eso es lo que abastece el sistema de aguas de la cdmx. Sería importante que los ciudadanos echaran un vistazo de vez en cuando a los reportes de calidad del agua: sodio, potasio, magnesio, manganeso, compuestos nitrogenados, sólidos disueltos, y otro tanto más de elementos y compuestos que se encuentran fuera de los límites permitidos por las normas oficiales mexicanas llegan diariamente a nuestros hogares, si se tiene la fortuna de que llegue con esa periodicidad, si no, será una vez a la semana o cuando sea que la hagan llegar. Trágica ironía que una ciudad que se fundó hace mas de siete siglos en una cuenca rodeada por manantiales y ríos hoy sea una de las ciudades que sufre por tan vital líquido.
No hay problema ambiental aislado, todo está relacionado: la tala de bosques sin control, la erosión del suelo, la escasez de agua, la contaminación del aire, la pérdida de biodiversidad; la lista es larga. Mas todo tiene un origen: nosotros. Como especie hemos dejado una huella ecológica que ha dejado marcado a nuestro planeta y como especie está en nuestras manos disminuirla. Sólo necesitamos tres cosas: conciencia, respeto y empatía hacia nuestro entorno.