Andrea Fuentes Silva
Jefa de la Sección de Producción Editorial,
Coordinación de Extensión Universitaria
La literatura permite pensar lo que existe; pero también lo que se anuncia y no es.
ENRIQUE VILA-MATAS
Y también pensar, por ejemplo, que el mundo es un texto, una gran ficción.
Cuando Wittgenstein dice que “los hechos del mundo no son, ni nunca serán, todo lo que hay ”, pienso, más allá de concepción filosófica de la realidad o la “otredad”, en la indecible por infinita relación entre los elementos que le otorgan su condición, cambiante a cada momento: lo que sucede no nos define per se, y los hechos del mundo sólo son posibles a través de la experiencia específica que de ellos-con ellos practicamos. Y en la polifonía de las también infinitas experiencias hay una esencial, la del lenguaje, no sólo porque nos constituye y determina sino porque en ella las caras de la pluma con que trazamos los acontecimientos va de la mano de los ojos con los cuales los leemos: en los otros, en lo otro, en nosotros mismos.
“En la experiencia íntima del lenguaje”, reflexiona Jorge Larrosa:
[…] El lenguaje no es nunca plenamente propio, no es nunca propiedad, porque igual que vivir la vida es des- vivirse por lo que no se puede tener, hablar la lengua íntima es tomar una palabra que nunca se podrá poseer completamente, una palabra imprevista e imprevisible que sólo viene o adviene cuando uno se abandona a la palabra y se abre, con ella, a lo nuevo del hablar.
A partir de las circunstancias del mundo que ya todos conocemos, la contingencia por el COVID-19, el Círculo de lectura que formé desde la Sección de Producción Editorial a mi cargo (desde donde imagino los libros como enjambres de universos), buscó, justamente, crear un espacio para abandonarse a las pa- labras y así abrir las posibilidades de los hechos para incidir en ellos: leer, entonces, para salvarnos, reinventarnos y pensar desde dónde y cómo hemos arribado a estos sucesos; para des- atar conversaciones y encuentros a la distancia a partir de las lecturas cuya interpretación y significación se sitúa y cobra vida cuando se habla entre los lectores.
Seleccioné escrituras de muy diversa índole: los cuentos agudos e íntimos de una de las escritoras clave del siglo XX, la ucraniana brasileña Clarice Lispector; el ensayo de reflexión política sobre la desobediencia civil del poeta y filósofo estadounidense Henry David Thoreau, hoy más actual que nunca, y el ensayo carta para la esencial educación en el feminismo, de la novelista y dramaturga nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie; leímos y reímos con un cuento del escritor y periodista mexicano Juan Villoro; navegamos por el retrato de una época revolucionaria que definió a muchas generaciones de la rockera y poeta también estadounidense Patti Smith; volvimos al cuento de experimentación formal y complejidades emocionales de la mano de una de las más destacadas escritoras en lengua inglesa, la canadiense Alice Munro; nos hundimos en los ensayos de la gran escritora y pensadora mexicana Cristina Rivera Garza para reflexionar sobre nuestro país herido; practicamos la lectura experimental con los textos-piezas de Daniela Bojórquez, fotógrafa y escritora mexicana, y exploramos un nuevo género en las extrañas historias del caminante de la Ciudad de México Jonathan Minilla.
Al círculo llegaron profesoras, estudiantes de licenciatura, doctorado y posgrado de la UAM, de muy diversas disciplinas y áreas, que sumaron sus conocimientos y saberes con gran generosidad y entusiasmo por dialogar sobre las tesituras que a través de las muy distintas aproximaciones del lenguaje versan desde el ejercicio literario más que en la política, el arte o la historia, en la construcción de las identidades, de la realidad.
Semana a semana nos fuimos encontrando hasta volvernos conocidos: compartimos con apertura nuestra voz, nuestro sentir, nos imaginamos leyendo a horas y deshoras los libros enviados y recibidos, mezclamos nuestra más genuina impresión con nuestro formal análisis y al escucharnos entre todos, no sólo ampliamos, extendimos y dinamitamos los libros leídos sino que adjudicamos un sentido distinto a las condiciones externas, a la contingencia, en las que nos producimos como lectores, como comprobando en carne propia la variabilidad histórica, diría Pierre Bourdieu, y las posibilidades que ésta arroja.
Cuando Alberto Manguel, ese poeta disfrazado de ensayista, se pregunta en La Ciudad de las palabras ¿cómo determina, limita y amplía el lenguaje la forma en que imaginamos al mundo?, ¿cómo nos ayudan los relatos a percibirnos a nosotros mismos y a los otros?, ¿pueden esos relatos proporcionar a toda una sociedad una identidad ya sea verdadera o falsa? y, ¿es posible que los relatos nos cambien y cambien el mundo en que vivimos? pienso que justamente se trata de explorar las respuestas, y que sí, que poner a circular tales cuestionamientos como práctica y leer nuestras propias preguntas y réplicas es ya un acto de transformación.
Abrir espacios para la lectura implica no sólo hacer circular palabras y lenguajes entre una comunidad sino, a la vez, construir paso a paso esa comunidad, dando voz a las experiencias lectoras de cada cual, reedificando entonces y reinventando los hechos del mundo. Hacer de nuestras vidas la fricción que haga detener a la máquina, diría Thoreau.
“Mi participación en el círculo de lectura me ha dado la oportunidad de reencontrarme con la literatura, y la experiencia de conectarme con otros a partir de lo leído. Ha enriquecido un contexto remecido por la pandemia cuya cotidianidad, en muchos casos, se ha limitado al espacio privado. Así también, cada una de las lecturas compartidas en el círculo han abarcado diversos géneros y gustos literarios, y he podido leer autores que posiblemente no hubiese conocido. Agradezco la experiencia, la guía que hemos tenido en este proceso y la compañía que nos hemos proporcionado colectivamente”.
Valeria Illanes, Maestra en Políticas Públicas,
egresada de la UAM Xochimilco
“Los días lunes a las 6 de la tarde se abren mundos. Se abren mentes. Se abren hogares. Se abren Libros. En mi caso, yo leo junto a mi pareja, Valeria, ambos participamos del Círculo. Nos preparamos toda la semana, planificando cuantas páginas debemos leer por día para poder cumplir con la meta, terminar un libro. El conocimiento es intersubjetivo, una construcción grupal. Durante una hora nos exponemos frente otros, y exploramos nuestras mentes y contemplamos, en silencio, la subjetividad de personas que no conocemos. Es por esto que me uní al círculo, para contemplar complejos mundos y eliminar la distancia social, manteniendo de forma responsable la distancia física”.
Ignacio Herrera, Doctorando en Salud Colectiva
UAM Xochimilco
Algunos textos y autores compartidos en el Círculo de lectura fueron:
Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio, de Alice Munro Óptica sanguínea, Daniela Bojórquez Vértiz
Cuentos reunidos, Clarice Lispector
Desobediencia civil, Henry David Thoreau
Querida Ijeawele: Cómo educar en el feminismo, Chimamanda Ngozi Adichie
Dolerse: textos desde un país herido, Cristina Rivera Garza El apocalipsis, Juan Villoro
Éramos unos niños, Patti Smith
Alto contraste, Jonathan Minilla
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