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Analizan el fenómeno migratorio desde los afectos y sensorialidades sociales

Los mecanismos políticos del paso-espera que viven los migrantes en su tránsito por México hacia Estados Unidos (EE. UU.), genera en ellos sentimientos de malestar, inseguridad, incertidumbre, estrés, frustración, ansiedad, depresión, enojo y desesperación, expresó el doctorante en Ciencias Sociales en Psicología Social de Grupos e Instituciones, Emmanuel Pontones Roldán.  

Los días 19 y 20 de febrero se analizó Lo visible e invisible de la migración desde las emociones, los afectos y las sensorialidades sociales, en el auditorio Jaime Kravsov. Ahí, el maestro Pontones Roldán señaló que, en su trayecto, las personas migrantes experimentan la violación a sus derechos humanos y exponen su vida cuando entran en contacto con el crimen organizado.

En su investigación titulada Migración en tránsito y subjetividad, realizada en dos albergues de migrantes en la Ciudad de México, el psicólogo indicó que la precariedad en la que viven estas personas y las vejaciones a las que están expuestas hacen que este viaje por mejores condiciones de vida sea una experiencia atroz.

Utilizó la noción de “fronterización” para hacer alusión a los filtros por los que pasan los flujos migratorios y que producen un tratamiento diferenciado de los sujetos (turistas, trabajadores, hombres de negocio y posibles refugiados). El régimen de protección de la frontera es una regulación de la movilidad, en la cual opera el régimen biopolítico que gestiona la vida y necropolítico que gestiona la muerte.

Expresó que “en el fenómeno migratorio, es una constante encontrar experiencias contradictorias que se traducen en sentimientos ambivalentes. Por un lado, la esperanza de obtener la condición de refugiado y, por otro, la frustración que causa la espera de un trámite que debería durar tres meses. Ejemplo de ello, es el caso de un hondureño de 20 años, quien realizó su trámite hace dos años y aún no obtiene respuesta”.

Pontones Roldán explicó que se habla de un discurso de estado de emergencia porque se considera que la existencia de migrantes amenaza política y económicamente a los países. Agregó que para ello despliegan a grupos de militares y colocan retenes a lo largo del territorio de tránsito, a lo que llaman “externalización de las fronteras”, como lo hace EE. UU. al ir más allá de los límites físicos.

“Existen también las políticas con rostro humano a partir de los trámites de ‘refugio’ en el territorio mexicano, y en EE. UU. sería el trámite del ‘asilo’. Cuando los migrantes aplican a la condición de refugiado tienen que detener su trayecto en cualquier punto de nuestro país porque es parte de una serie de requisitos cuya resolución se torna indefinida”, apuntó.

La espera, dijo, es parte de un mecanismo que opera de forma invisibilizada, como lo son también las prácticas de la necropolítica que construyen al sujeto (migrante) peligroso. Por otro lado, agregó, están los vínculos entre autoridad y crimen organizado, sea por acción, omisión o silenciamiento para ejercer el secuestro, la extorsión y el asesinato de migrantes.   

“Los mecanismos políticos del paso-espera generan sentimiento de malestar a los migrantes, quienes hacen acciones de denuncia para visibilizar a aquellos que obstruyen su paso (burócratas, abogados) desde la manipulación y engaño. Estas denuncias buscan develar las producciones ocultas e invisibilizadas que operan en la política migratoria”, dijo.

Para el maestro Pontones Roldán lo anterior deriva en una acción política donde afloran los sentimientos que van configurando el agenciamiento que implica movilizar a los migrantes para reivindicar su propia condición y su derecho a migrar. Finalmente, citó al etnógrafo argentino Javier Auyero, quien dice que los procesos de espera son una herramienta de dominación.

En su oportunidad, el maestro Froylán Escamilla López, egresado de la licenciatura en Psicología de la UAM Iztapalapa y especialista en sociología de los afectos, señaló que en las ciencias sociales el estudio del cuerpo y los sentidos ha sido una preocupación marginal dada la centralidad del pensamiento cartesiano y su división entre mente y materia.

Comentó que “este modelo impuso un conocimiento donde la racionalidad y la objetividad se erigieron como los pilares del quehacer científico; no obstante, en las últimas décadas, el denominado giro sensorial cuestiona esta tradición al reconocer que el conocimiento del mundo no es sólo una operación mental, sino una experiencia situada mediada por el cuerpo y sus capacidades perceptivas”.

Explicó que, en 1993, la antropóloga canadiense Constance Classen, en su libro Mundos de sentidos (Worlds of Sense), explora cómo las distintas culturas han conceptualizado y organizado los sentidos a lo largo de la historia. Ella muestra cómo la cultura occidental ha priorizado la vista y el oído desde lógicas capitalistas y tecnológicas que disciplinan el cuerpo mientras que, en otras sociedades, perciben el mundo de manera distinta.

En 1994, la antropóloga griega Nadia Seremetakis estudió la percepción sensorial como memoria material. Ella examina cómo los sentidos, principalmente el olfato, el gusto y el tacto, están profundamente vinculados con la memoria y la experiencia cultural.

En 2004, David Howes, uno de los principales pensadores del giro sensorial en las ciencias sociales, planteó que los sentidos, más allá de la simple recepción de información, son fundamentales en la cultura, las relaciones sociales y la subjetividad. Explica que a través de la regulación de los sentidos se configuran jerarquías, identidades y relaciones de dominación.

En su ponenciaLa migración, un viaje con nuestros sentidos, la psicóloga María de los Ángeles Gutiérrez Lovera presentó su trabajo de investigación con personas haitianas en la alcaldía Tláhuac e Iztapalapa. Invitó a los universitarios a reflexionar sobre la condición vulnerable que implica el viaje a otro país de manera irregular y lo difícil que es ser considerado ciudadano.

“Los estereotipos que se forman en torno al fenómeno de la migración influyen para que éstos sean considerados como una amenaza, tal y como lo describen autores como Julia Kristeva cuando habla de cómo el ‘otro’ es una proyección de nuestros miedos, o como dice René Girard, el ‘otro’ puede servir de chivo expiatorio. Y es en ellos donde recaen las culpas de nuestros desórdenes o crisis”, finalizó.

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