Raquel González Vázquez
Catedrática de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud
Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco
Todo empezó en marzo de 2020, cuando se nos avisó que tendríamos que realizar las actividades a distancia debido a la pandemia. Estábamos a unas semanas de terminar el trimestre. Alumnos y alumnas tenían temor, pues el proyecto modular (PM) aún no se presentaba. Ese trimestre sólo hubo réplica
por correo, nos perdimos el saborear y discutir los resultados de los pM. Posterior a ese trimestre el regreso fue incierto, y tras algunos ajustes y asignación de salas entramos a la virtualidad para seguir aprendiendo y construyendo conocimientos en torno a la Unidades de Enseñanza-Aprendizaje (UEA), en mi caso Energía y consumo de sustancias fundamentales.
Ideas que importan
El reto era cómo abordar la parte experimental de temas como la determinación de la concentración de una solución, la preparación de soluciones, la determinación de proteínas y el pH, el efecto del pH sobre las proteínas, determinar la presencia de enzimas hidrolíticas en la germinación y medir actividad enzimática, desde el hogar.
Las ganas de aprender han sido el motor de alumnos (as) y maestros (as) durante todo este tiempo, ante lo cual se propusieron prácticas caseras. Ejemplo de ello son la creación de escalas de pH cualitativas, utilizando jugo de vegetales como col morada, betabel y zanahoria; usando soluciones de referencia, como de bicarbonato o jugo de limón; abordando el efecto del pH y de agentes desnaturalizante caseros sobre las proteínas con alcohol, acetona, detergentes de ropa, vinagre o bien el calor de la estufa o del microondas que se usa para cocinar.
Otro reto era plantear el PM. Antes de la pandemia sólo había un pm teórico de cuatro, pero ahora la balanza se invertía, las alumnas y alumnos tenían miedo de fracasar en el intento; sin embargo, desde entonces se propusieron proyectos experimentales y se alcanzaron, con éxito, los objetivos planteados, como el caso de los que estudiaron la fijación del nitrógeno en un cultivo simbiótico de leguminosas para favorecer la fijación de nutrientes y el crecimiento. Entonces, el reto fue superado y las y los estudiantes siguen construyendo conocimiento experimental a pesar de la virtualidad. Para mí, no todo era continuar sólo en la virtualidad, pues la investigación es mi principal actividad como catedrática Conacyt asignada a la Universidad Autónoma Metropolitana,
con el proyecto “Estudio de la microbiota intestinal, su relación con la obesidad y aislamiento de nuevos probióticos”.
Uno de los objetivos es aislar microorganismos con efectos benéficos sobre la obesidad a partir de la microbiota intestinal (MBI). Dirijo a un estudiante de doctorado y utilizamos materia fecal de jóvenes estudiantes de la uAM, proyecto que no pudo continuar, pues no había jóvenes en las instalaciones. Debido a ello, fue necesario cambiar la población y conseguir nuevas muestras. Tomó seis meses, a partir del diseño de la aprobación de un nuevo protocolo de investigación aprobado por el comité de ética del Instituto Mexicano del Seguro Social, obtener muestras neonatales.
El cierre de las instalaciones de la universidad imposibilitó nuestras actividades de investigación, lo que implicó trabajar en la escritura de artículos de investigación; sin embargo, y debido a la alta demanda por la pandemia, las revistas científicas han cerrado sus puertas a muchas publicaciones. También, el envío de muestras para análisis genómicos de bifidobacterias se detuvo, pues las fronteras cerradas no permitían mandar materiales, menos aun biológicos.
En fin, hemos superado muchos retos y pronto haremos el anuncio del estudio genético de las bacterias que acabo de mencionar. ¿Ahora, qué sigue?, seguramente la respuesta es conseguir más muestras para así continuar el estudio de la microbiota intestinal y otras bacterias de interés para la salud.
Ideas que importan