El Códice de la Cruz-Badiano y sus aportaciones en la botánica, presentes en FIL Minería
Reportera: Guadalupe Ochoa Aranda
Fotografías: José Ventura Flores Velasco
En 1552, Martín de la Cruz, médico nahua, y Juan Badiano, oriundo de Xochimilco, fueron comisionados por don Francisco de Mendoza, hijo del primer virrey de la Nueva España, para crear, en lengua latina, un herbario-recetario con lo más granado de las plantas medicinales, Libellus de medicinalibus Indorum herbis, hoy conocido como El Códice de la Cruz-Badiano. En él se explica con hermosa caligrafía el uso curativo de 224 plantas de origen mexicano, acompañado de 185 bellas ilustraciones elaboradas por tlacuilos indígenas para identificar la morfología de cada una de las hierbas ahí asentadas.
En la 45 edición de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FIL), el doctor Baltazar Brito Guadarrama, director de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia del INAH, presentó El Códice de la Cruz-Badiano. Reflexiones desde la ciencia, la historia y la antropología, un libro coeditado por la Coordinación de Extensión Universitaria y Difusión Cultural (UAM-X), Scientika, la Secretaría de Cultural, INAH y BNAH, en el marco del 50 aniversario de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Para el especialista en estudios mesoamericanos, el Códice de la Cruz-Badiano es un hermoso manuscrito de perfecta manufactura hecho en tan solo tres meses por el médico indígena y el baquiano latinista para ofrecerlo como regalo al emperador Carlos V. “Se trataba de un librito de tan sólo 20 centímetros de largo por 15 de ancho. Cada uno de sus 70 folios fue confeccionado con papel de algodón y encuadernado en terciopelo rojo, destinado a engalanar con su esplendor la biblioteca real”, expresó.
Explicó que no se tiene certeza si el manuscrito fue visto por el emperador, sin embargo, a tan sólo un año de este hecho, la Corona instauró la entrega de ochocientos pesos de oro anuales para las necesidades del Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco y los indígenas residentes en él, cuyo futuro se pintaba desesperadamente incierto.
“No cabe duda que el corazón de los dos indígenas debió henchirse de satisfacción por el respiro económico que habían conseguido para su querido centro de trabajo y de educación. Ya en Europa, durante un primer momento, el pequeño recetario tlatelolca debió causar la admiración de propios y extraños, sin embargo, con el correr de los años se convirtió en un objeto de codicia y durante mucho tiempo nada se supo del herbario”, abundó.
El doctor Brito Guadarrama explicó que fue hasta el siglo XX que el códice volvió a surgir entre las sombras. Corría el año de 1929 cuando dos investigadores, Charles Upson Clark y Lynd Thorndike, acudieron, cada uno por su parte, a la Biblioteca Vaticana. El primero, en busca de fuentes inéditas sobre las antiguas civilizaciones americanas y el segundo, para enriquecer sus manuscritos de medicina. Clark tomó la decisión de informar sobre su hallazgo a la universidad de Johns Hopkins.
Advirtió que “durante siglos, el Códice pasó de mano en mano. En 1990, mediante un gesto de buena voluntad, el papa Juan Pablo II, en su función de representante del Estado Vaticano, obsequió el Códice de la Cruz-Badiano al pueblo de México, como símbolo del restablecimiento de las relaciones oficiales entre nuestro país y la Santa Sede. A partir de ese momento, se encuentra resguardado en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en la Biblioteca Nacional”, finalizó.
En su oportunidad, la doctora Hilda Flores Olvera, investigadora titular del Instituto de Biología de la UNAM, donde desarrolla proyectos en el área de Sistemática Vegetal, Holística e Historia de la Botánica, señaló que hay varias ediciones de la obra en las cuales destaca la parte botánica.
Refirió que “El Códice de la Cruz-Badiano llama la atención porque justamente recupera el momento histórico en que se escribió este libro y narra una serie de aspectos antropológicos, cosmogónicos, médicos y la diversidad de plantas, animales e, incluso, de minerales que se utilizaban tempranamente en la época de la Conquista”.
Añadió que las ilustraciones que se presentan en el libro son muy llamativas, no solamente por cuestiones botánicas, también por su visión antropológica y artística. “Las láminas refieren a los usos de las plantas con sus nombres, en su mayoría en náhuatl y más adelante se mezclaron con nombres de plantas europeas y lamentablemente muchos nombres de esas plantas se han perdido o castellanizado”.
Finalmente, la doctora Helga Ochoterena, investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, consideró que, más allá de las primeras y muy valiosas aportaciones hechas en el entendimiento de la botánica, el Códice de la Cruz-Badiano proporciona elementos empíricos para evaluar la identificación de las plantas, ya que aporta información para al menos 185 especies de la flora pertenecientes a casi 60 familias de gran valor medicinal en nuestros días.