Publicación bimestral de la Coordinación de Extensión Universitaria

Cauce en línea

Salud mental en tiempos del COVID-19

Ecos de Ciencia y Medio Ambiente

MD Erick Martínez Rodríguez
Estudiante del doctorado Ciencias Biológicas y de la Salud División de Ciencias Biológicas y de la Salud

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La pandemia de COVID-19 ha cambiado hábitos, rutinas y esti­los de vida, ¿pero estos cambios desarrollarán un nuevo comportamiento social al “normal” después de que acabe el confi­namiento?

Durante el tiempo que llevamos de pandemia, diferentes factores han sido estresantes para la población mexicana: des­ de la escasez de recursos para pruebas, tratamientos, equipo de protección médico, desempleo, inestabilidad económica, con­ fusión, aislamiento emocional e incluso estrés postraumático (trastornos depresivos y ansiedad) de pacientes recuperados por COVID-19, o pérdida de un ser querido. Sin duda, estos y otros factores estresantes contribuyen a la angustia emocional y al riesgo de enfermedad psiquiátrica asociada con COVID-19.

El encierro o confinamiento se ha relacionado con diferen­tes cuestiones preocupantes para la sociedad: violencia fami­liar, consumo de alcohol, disminución de actividad física en­tre otros. En una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Psiquiatría se documentó que durante los primeros meses de la pandemia

12 por ciento de la población mexicana aumentó su consumo de alcohol, 39 por ciento disminuyó la ingesta de alcohol, y 48 por ciento permaneció sin cambios.

El Cuestionario de Actividad Física (IPAQ) y la Escala de Salud de Nottingham, para interpretar el comportamiento de los sujetos en términos de actividad física y salud, arrojó los siguientes resultados: 46.35 por ciento realiza actividad física baja; 21.89 por ciento, actividad moderada y 31.76 por ciento demuestra actividad física de alta intensidad.

Por otro lado, se menciona que la frecuencia de la ingesta diaria fue mayor en las mujeres. Durante el cierre de las cerve­ceras en México, los precios subieron hasta un siete por ciento; el tequila 12 por ciento; el ron y brandy uno por ciento, whisky cinco por ciento. Estos datos

numéricos muestran un poco del comportamiento y los cambios en los hábitos que se han suscitado durante un confinamiento, probablemente debido a la ansiedad y angustia de las personas.

Pero no es la primera vez que se vive algo así, los brotes del 2003 de SARCOV en Singapur; Ébola, en Sierra Leona en 2014, y en la República Democrática del Congo, en 2018 dieron como resultado altos niveles de ansiedad y secuelas en la salud mental de la sociedad y personal médico, durante y posterior a dichos incidentes clínicos.

Sin embargo, después de cualquier circunstancia o situación clínica, la mayoría de las personas son resistentes a la adver­sidad experimentada. Incluso algunas personas encuentran nuevas fortalezas. Aunque algunas pueden ser más vulnerables que otras debido a diferentes factores psicosociales, nadie está exento de tener sentimientos de preocupación. Por ejemplo, el personal que labora en un hospital es susceptible de angustia emocional y preocupación, dado su riesgo de exposición al vi­rus, ya sea por el miedo a infectarse, contagiar a sus seres que­ridos o las horas y jornadas de trabajo.

Actualmente, la psicoeducación y el apoyo psicosocial deben enfocarse en estos grupos más vulnerables. Estudios retrospec­tivos que evaluaron las secuelas psicológicas de personas en cuarentena y trabajadores de salud revelaron que el estrés, de­ presión, irritabilidad, insomnio, miedo, confusión, ira, frustra­ción y aburrimiento pueden persistir después de que se levante el confinamiento.

También se ha demostrado que los principales factores es­tresantes son el tiempo de confinamiento, suministros inade­cuados, dificultad para la atención médica, dificultad para conseguir medicamentos y perdidas económicas. También se puede considerar otro factor: los mensajes contradictorios emi­tidos por varias dependencias federales.

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Debemos entender que en la actualidad la telemedicina jue­ga un papel importante, pues ha habido un incremento en el número de personas que buscan ayuda psicológica. Este apoyo tuvo y tiene una saturación debido al confinamiento domicilia­ rio. Es momento de invertir y robustecer esta área debido a que ha demostrado ser necesaria para los servicios psicosociales y posibles desenlaces futuros.

Además, del estrés emocional asociado a la enfermedad, el confinamiento domiciliario masivo, que se considera actividad nueva para la sociedad, genera preocupación futura de cómo reaccionarán las personas individual y colectivamente una vez que termine el confinamiento. Algunos reportes incluso documentan que el apoyo y seguimiento de salud mental se debe proporcionar hasta seis meses después del volver a las activida­des “normales” con un estado de salud mental vulnerable.

Una vez que termine el confinamiento, el apoyo psicosocial o las técnicas cognitivo-conductuales deben permanecer, pues en una sociedad cambiante los individuos son susceptibles a sufrir ansiedad, depresión, preocupaciones, aumento de sustancias adictivas, ideas suicidas, etcétera, relacionados con adversidades secundarias derivadas del COVID-19.

La futura creciente crisis económica que se espera, y las numerosas incertidumbres que rodean a la pandemia deberían provocar que el gobierno federal genere planes de apoyo para sus ciudadanos, como brindar educación y capacitación sobre temas psicosociales a los líderes del sistema de salud y los profe­sionales de la salud. Por su parte, las comunidades y grupos de atención en salud deben trabajar en conjunto para identificar y desarrollar protocolos basados en evidencia relacionados con la salud mental, o necesidades de la población, tales como la atención del duelo.

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Referencias

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