Publicación bimestral de la Coordinación de Extensión Universitaria

Letras en línea

Miradas inmarcesibles

Antonio Santino Jhwests Yáñez

Estudiantes de Agronomía

División de Ciencias Biológicas y de la Salud

Tranquilo estaba yo, veía pasar el tiempo, dejaba ir el paisaje,

            cuando en un momento no previsto, todo se tambaleó… cortando mi mirada.

               Mis ojos quedaron inamovibles en una bella creación de la naturaleza;

                        no logré desviar mi mirada, ni porque el Sol se ocultaba,

                                         ni porque los pájaros dejaron de cantar.

        Todo se volcó en la hija de la naturaleza: mi corazón, mis sentimientos, mi amor…

                      En segundo acto, la vástaga de nuestra Diosa percibió mi intensa gracia

y, al igual que yo, clavó en mí sus ojos.

                      Unos ojos hermosos como un paraje, verdes como su progenitora,

                      profundos como el mar, duros y capaces, como las rocas,

de causar el más grande terremoto en un hombre,

que soporta de más el poder de una mujer.

                                                       Un verdadero primor.

Como un ir y venir de las mariposas

fueron nuestras miradas,

                   como una magna migración de los peces en busca de lo menester,

en donde cada quién encontró lo que buscaba,

no con el pensamiento,

                    sino con el corazón, con el alma y con los sentimiento de pasión.

En donde conocí toda su majestuosidad,

en esos flechazos de comodidad tenue que tumbaron mi razón

y en donde proseguí con el instinto:

corresponderle y dar riendas sueltas a mi ser,

                                                              a mis sentidos.

                   ¿Lo imaginan?, ¡cómo no darse unos sabrosos asomos de belleza!,

                   ¡cómo no oler y acariciar el fulgor que desprendía con tanto rigor!

Yo creo que sólo los inmortales no lo harían,

porque están conscientes de lo que son;

sin embargo, yo también estoy consciente de mí,

                                                               soy un mortal…

Tristemente, todo llega a su fin.

Llegó el invierno para invadirnos y terminar con nuestras esperanzas.

Logré lanzarle con mi ave de toda la vida una última mirada,

un último  suspiro,

mostrándole cuánto me gusto, cuánto me hizo divagar…

                 Entendí que le agradé también yo, pues sus miradas fueron genuinas,

                                   y visualicé en sus ojos esa ternura de mujer.

Su mirada jamás se irá de mis ojos,

porque tan afable fue que las adornó

              con cariño, con una pizca de sensualidad exuberante y con un chorro de amor;

y las recibí gratamente, que realizó más ameno a mi… solitario corazón,

                                               con sus miradas… inmarcesibles.

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