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Alberto González Pozo clausura con una magistral el Coloquio sobre patrimonio

Reportera: Guadalupe Ochoa Aranda
Fotografías: José Ventura Flores Velasco

Para la clausura del Coloquio Internacional “Dimensión Simbólica del Patrimonio III”, la división de Ciencias y Artes para el Diseño se vistió de gala con la participación del doctor Alberto González Pozo, profesor distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana, adscrito al departamento de Teoría y Análisis de la Unidad Xochimilco y merecedor de la Medalla Bellas Artes en Arquitectura 2022. Y nada mejor que cerrar con broche de oro este coloquio, con un precursor del urbanismo y restauración del Patrimonio Cultural en México.  

Para el doctor González Pozo, el patrimonio cultural, ya sea material o intangible, es “un conjunto de bienes que necesariamente exigen el consenso de una comunidad, una región, un país o un grupo de naciones, para otorgar valor y necesidad de preservar, rehabilitar o restaurar un bien patrimonial en beneficio de la presente generación y de las venideras”.

En sus comentarios sobre la capacidad simbólica e identitaria del patrimonio cultural, señaló que su estudio y manejo requieren de la participación de autoridades especializadas y auxiliadas por un equipo interdisciplinario de expertos, con los cuales converjan historiadores, arquitectos, artistas, planificadores urbanos, juristas y administradores. Agregó que también es necesaria la participación de quienes habitan o conviven con las edificaciones y los visitantes que lo disfrutan.

El reconocido exponente de la arquitectura moderna especificó que, para lograr una verdadera apreciación del patrimonio, se requiere de un tiempo de maduración que normalmente lleva una o más generaciones, por lo que rara vez se refiere a ejemplos muy recientes. “Los bienes culturales de hace milenios se reconocieron hasta la Edad Moderna y, por ello, brillantes realizaciones recientes toman algún tiempo para adquirir el rango de patrimonio cultural”.

El doctor Alberto González, al abordar el tema de la capacidad simbólica del patrimonio cultural, en particular, la del patrimonio material en su modalidad urbano-arquitectónica, enumeró cinco aspectos a considerar: uno, de qué contextos surgen; dos, los requerimientos que satisfacen; tres, los medios o recursos para crearlos; cuatro, las etapas de su proceso creativo, y cinco, Identificar los requerimientos expresivos: utilitaria, simbólica, poética.

“El universo del patrimonio cultural urbano-arquitectónico abarca edificios, conjuntos, espacios exteriores, barrios, asentamiento humanos y regiones, ya que todos ellos son capaces de transmitir mensajes, su funcionamiento y su contexto ambiental. Lo hacen por medio de signos convencionales y codificados, que quizá todos identifican cuando fueron habitados, mientras que ahora requieren de un conocimiento histórico o antropológico para desentrañarlos”, aseguró.

Ilustró cómo de la capacidad simbólica del patrimonio arqueológico pueden surgir ciertas emociones, como la amenaza, tal como se observa en la Entrada con Fauces de la cultura Chenes, de Campeche, también denominado “el monstruo de la tierra”, ya que en el dintel de la puerta está la representación de una boca con dientes, y la sensación que provoca al entrar, es la de ser devorado.

Al diferenciar las pirámides construidas por las culturas prehispánicas, observó que, en aquellas que corresponden a la americana (Latinoamérica), tienen en la parte central superior un hueco, mientras que las mesoamericanas están coronadas con templos. Apuntó que lo anterior muestra “la persistencia en las arquitecturas de símbolos o signos como el Palacio de Cortés, el cual se mandó construir justo enfrente de la catedral mexicana y ahora es el Monte de Piedad”, cuya representación es una pequeña fortaleza almenada para defenderse de posibles levantamientos, como sucede con muchos templos del siglo XVI.

“A finales siglo XVIII, todavía en el virreinato, se observa cómo la parte simbólica se traslada a edificios importantes como la Catedral de México y la Villa de Guadalupe, donde se encuentran los tres estamentos de poder en el virreinato: la corona, la iglesia y las corporaciones”. Refirió que también existen varias formas de mímesis y simbolismos de los jardines europeos con decoraciones barrocas en el castillo de Chapultepec, con un mensaje identitario y autodeterminación de poder.

El arquitecto y urbanista admitió que en el barroco existe la complicidad entre arquitectos y pintores, quienes representan cosas que no existen mediante un simbolismo ilusorio que se denomina trampantojo, donde cuesta trabajo distinguir donde terminan los muros o el plafón. También ilustró las disposiciones multi-simbólicas en la portada del tempo de San Francisco, Puebla, con contrastes entre el barroco, mudéjar, recubrimientos con ladrillo, cerámica, azulejo, cantera y estuco.

Al contar sus amenas anécdotas, mencionó que nació y vivió en el Centro Histórico de la Ciudad de México y gustaba mucho de recorrer la Catedral, de ahí su interés por el diseño arquitectónico de iglesias para hacerlas portadoras de mensajes espaciales y artísticos que acompañan a los rituales que allí se celebran. “En ocasiones tardé hasta 25 años para verlas terminadas debido a que se edificaban con los aportes de la comunidad”, explicó.   

El doctor González Pozo, al hablar de identidad, dijo que en los años setenta diseñó un edificio de concreto en cinco niveles. “Un día en el trayecto, el conductor de un taxi hizo alusión a los edificios de mi autoría nombrados con apodos populares: el edificio que puso un huevo, la iglesia del acordeón y la casa del ojo. Eso me convenció de que la arquitectura puede transmitir signos de identidad”, concluyó.